Perder la cordura un segundo y ponerte a explorar tu mundo. El mío es un desierto tórrido, con dunas de suave y dorada arena, bordeado de glaciares cristalinos y quebradizos. Estoy enamorada de ti, y eso sólo hace que los glaciares se derritan y el desierto quede expuesto. Y cuando puedas entrar, ¿qué será de mí? ¿Dejaré que pises la pulcra arena, dejando tus pasos en mi piel? Dime una mentira sobre nosotros, yo me encargaré de mentirte. De mentirte sobre tus besos; sobre tus caricias. Mentirte sobre lo que eres para mí y lo que quiero ser para ti. Es como si de un momento a otro pudieses sacar un lanzallamas de detrás de tu espalda y destrozar los glaciares, dejando el camino libre hacia las dunas suaves y doradas que se han convertido en lo que soy. De piel caliente, mente ardiente y alma calzinada. Devorada por un fuego indescriptible, que se traga todo lo que no soy. Y pensar cada mañana si esto merece la pena. No me tengo que esconder, pero hacerlo me hace más preparada. ¿Quién me asegura que ese que hace poco me sonrió con un rubor en las mejillas diciendo palabras dulces no me estaba mintiendo? Yo no busco palabras bonitas que creer, para eso me las puedo inventar yo, lo llevo haciendo años. No busco nada ni nadie, soy una mujer determinada ~Y aun así te sientes sola~.
Pierdo los estribos cuando me miro en el espejo, porque mi piel, de tanto ser ignorada se está volviendo virgen de nuevo. Pierdo los estribos cuando me miro en el espejo, porque mis ojos han recobrado el brillo enamorado, y me dan ganas de vomitar. Pierdo los estribos al recordarte, porque me siento como una cría contigo. Por eso a veces me pregunto si no sería más fácil dejar que entres en el desierto y te dejes consumir en el fuego de mi caliente, ardiente y calzinada mente perversa.