domingo, 6 de febrero de 2011



Cuando pienso en las mañanas soleadas de Julio, siento calor en mi piel, como si el sol veraniego me estuviese bañando con su luz. Muchas veces, esas tardes de oscuridad  y lluvia, me acompaña alguna canción, preferentemente lenta, triste y gris, como las nubes allí fuera, empujadas por el viento.

Aún no termino de creerme que ya no estés aquí. 
Me gustaría dejar de culparme por tu marcha,
Pero es imposible, porque siento que te fallado.
No una, 
Sino mil veces.

Cuando el sol despunta entre las montañas y yo camino resguardándome como puedo del frío, a veces me da por recordar, y me siento vacía. Vacía y tonta. Porque siento, que ya no me queda nada de lo que tuve y que no me quedan fuerzas ni para recuperarlo ni para remplazarlo. Así que muchas mañanas se me hace tarde, porque me he quedado quieta en mitad de la calle, mirando mis Mustangs desgastadas de tanto usarlas y trato de aguantar las lágrimas

Y mi memoria se va más lejos en el tiempo
Topándome con manos en mi espalda
Y castos besos en mi pelo que me hacía feliz.

No sé cómo he llegado a este grado de estupidez. Creo que paso de lejos la línea que se me había marcado. He pensado durante algún tiempo que lo había superado, e incluso, que había madurado. Pero mírame ahora, sin superar el dolor de perder una sonrisa grande en mi vida y recordar estupideces.

A veces, me parece sentir que me miras desde lejos
Que no puedes parar de empaparte de mí
Que me ves más bonita
Y recuerdo que no estás,
Y me golpea la  verdad.
No estás porque te he echado de mi vida.

Diría que le sonrío a la vida, pero no sé si lo hago bien. Porque el sol ya no me parece cálido y la compañía hace que me sienta hueca. Quiero un abrazo. Quiero llorar. Quiero decir lo que escribo sin ocultar los nombres. Echo de menos llorar de felicidad y abrazarme esa maldita almohada que él abrazaba cuando se dormía mientras yo leía, sentada a su lado, mirandole de vez en cuando. 
Así que supongo
que soy retrasada. 

martes, 1 de febrero de 2011

~


Cuando el sol despunta entre las nubes, y el aire se hace más irrespirable, pienso. Pienso en el pasado. Pienso en las mañanas de Abril agarrada a tu mano y me doy cuenta -por un instante- que las cosas se han salido de contexto en lo que a mi respecta. 
Diría, sin temor a equivocarme, que daría lo que sea por volver a estar en casa, entre los brazos de mamá, en aquella época en la que ella lo era todo para mí. Aún recuerdo la época en la que ella lo era todo para mí. Porque mamá, mí mamá, era la mejor mamá del mundo. Y mientras aprieto un poco más la manta sobre mis hombros para no enfriar mi cuerpo y recuerdo cosas. Cosas sin sentido. Cosas que me hacen daño.
Si pudiera decirte que te quiero
Lo diría hasta quedarme sin voz.
Es cierto también, que mientras observo a los niños caminar junto a sus padres de la mano por la calle, sonrío con ternura, y no puedo evitar recordar cuando ella lo era todo para mí, y hacía que me sintiera mejor con una caricia y un beso. No había dolor que se resistiera a sus besitos, y mis lágrimas cesaban cuando ella me abrazaba. 
A veces, cuando la herida sangra más de la cuenta, o me retuerzo de dolor, tengo ganas de decirle que esté conmigo. Cuando viene a darme un beso, a veces, me gustaría pedirle que se quede y llorar. Porque llorar con mamá siempre es más fácil. Porque ser una niña siempre será más fácil.
Esconder los ojos debajo del eye-liner
Siempre será la mejor manera de no ceder.
Así que supongo que quiero ser otra vez una niña. Tener sentimientos de niña, problemas de niña y el mismo soporte en mi vida.